Si bien se ensayan argumentos epidemiológicos o económicos, detrás de cada hipótesis sobre el futuro de las primarias hay intereses que responden más a las estrategias electorales del oficialismo y la oposición.
Todavía no se sabe qué ocurrirá con las PASO 2021: si se cancelan las primarias, como quieren los gobernadores; si se postergan, como ofrece Alberto Fernández como solución salomónica; o si se realizan el mismo día que las generales, como ofreció Sergio Massa, después de un supuesto «memo» de Máximo Kirchner en el que se esbozó esta símil ley de lemas XXL.
Lo cierto es que serán, con un manto pandémico del 2020 y sus protocolos, unas elecciones como cualquier otra. Detrás de todas las opciones para condicionar las internas, amparadas en argumentos epidemiológicos o presupuestarios, subyacen más verosímiles justificativos políticos. Todo oficialismo prefiere evitar la competencia en sus alianzas: el Cambiemos núcleo duro que las quiso abolir en 2017 y 2019, es el mismo que ahora desea mantenerlas porque, en el llano, es una buena herramienta para dirimir liderazgos.
Hay gobernadores peronistas que claman por los riesgos sanitarios pero, de paso sin PASO, evitan la intromisión de aspirantes aliados del todismo. Por eso, si les conviene la contradicción, desdoblan sus legislativas agendándolas en pleno invierno, como el salteño Gustavo Sáenz.
La Casa Rosada propone, como plan B, una postergación de agosto a septiembre u octubre, con la no tan oculta aspiración de poder sumar tiempo para que llegue la ansiada recuperación económica a las calles, justo a la hora de votar. En sobremesas, Santiago Cafiero, jefe de Gabinete, calcula que el 70% de una victoria electoral depende de la gestión; el resto se divide entre un 10% del éxito detrás del marketing de campaña y un 20% de la atracción de los candidatos.
Este 2021 es un espejo de 2009. Con la excusa de la crisis económica que se cernía sobre el mundo, Néstor Kirchner impulsó adelantar aquellas legislativas a junio. No sólo eso: usó su domicilio en la Quinta de Olivos para mudarse de distrito en las boletas e inventó las candidaturas testimoniales. Ninguna de esas alquimias electorales le sirvieron: perdió con Francisco De Narváez.
En el laboratorio electoral del renovador Sergio Massa apuestan a una campaña oficialista con las siglas CVU: Crecimiento (económico), Vacunación (el alcance del operativo como logro del Gobierno) y Unión (evitar los cortocircuitos internos). En contrapartida, el titular de Diputados enarbola que la oposición apostará a un cuarteto de íes, para imponerse en la agenda electoral: Inflación, Inseguridad, Impunidad (de ahí su rechazo a una «amnistía» que le valió el reproche devidista) e Inmunidad (la pelea dialéctica sanitarista).
Con la excepción de las variables pandémicas, que se serán parte de la campañas en estas legislativas, temáticamente el 2021 no será muy distinto de anteriores elecciones.
«Cualquier decisión debe estar basada en ese criterio epidemiológico», reclama Máximo Kirchner para evitar estas suspicacias en la decisión final. El fin de semana el líder camporista dejó trascender su oposición, tal como que se rumoreaba, a la cancelación de las primarias. Queda así, por ejemplo, del lado de Horacio Rodríguez Larreta. Algo impensado en cualquier otro debate.. «Debemos garantizar la posibilidad de que los partidos o alianzas electorales puedan definir en internas a sus candidatos», envió un exégeta.
Con un debate por las PASO de final incierto, que tal vez quede más como un globo de ensayo, más relevante es otro foco que prendió el diputado todista: como no va a haber campañas tradicionales con mitines, actos y recorridas; propone sumar a las regulaciones de espacios de la Dirección Nacional Electoral (hoy en radio y televisión), a internet y en vía pública.
Eso podría generar aún más espuma en un 2021 que promete romper una máxima política no escrita: «No se cambian las leyes electorales en un año electoral». Las reglas, se sabe, están para romperse.
Por Sebastián Iñurrieta, para El Cronista